En los últimos años las personas y la sociedad han cambiado y, por ello, los líderes modernos también deben adaptarse.
En un momento donde la “democratización” de la palabra a partir de las redes sociales (pero no sólo por ellas) evolucionó y todos/as podemos expresarnos sobre cualquier tema y en cualquier momento, gestionar la comunicación de manera adecuada es vital para que un líder pueda lograr sus objetivos.
No caeré en el error de afirmar que los problemas de liderazgo se generan sólo por falencias en la comunicación, ya que la gestión y las decisiones son fundamentales, pero debemos entender que ser Jefe no significa ser líder. El liderazgo se sustenta en tres pilares, conocimiento, personalidad y comunicación.
No se le puede “hablar” a los públicos de la misma manera que hace 10 años. Esto no significa sólo incorporar nuevos canales, sino generar un cambio más profundo que tiene que ver con el lenguaje y con las relaciones que se generan a través de esa comunicación. Cuando hablamos de comunicación, hablamos de simbolismo y de construcción de poder. Los líderes hoy construyen relaciones mucho más horizontales con sus públicos/seguidores a través de los hechos y de su comunicación.
El liderazgo es un proceso que implica una relación con otros, una interacción entre las partes, una comunicación bilateral. A través de este proceso, el líder persigue generar e impulsar conductas de sus colaboradores, mediante la persuasión. Lo primero que debe hacer un buen líder es convencer a los suyos y sin una buena comunicación, este proceso es imposible.
Las personas y los equipos buscan líderes en quien creer, más cercanos y accesibles, que entiendan sus necesidades, que promuevan la colaboración, que los tengan en cuenta, con menos diferencias y protocolos, más creíbles. Personas de carne y hueso con los que se pueda interactuar de una manera sencilla y confiable.
La comunicación unidireccional nunca fue una opción, pero ahora la bidireccionalidad se constituyó en una obligación. Sin feedback, sin escuchar, sin saber lo que realmente necesita nuestro equipo y sin actuar en consecuencia, es imposible posicionarse como un buen líder.
Esta tarea no es para cualquiera y quienes lo hagan, deben estar preparados para dejar de ser sólo “jefes” para lograr que su equipo se constituya en socio de sus decisiones y acciones, generando una relación de confianza mutua y co-creación, que, sin dudas, será más interesante, productiva y motivante para ambas partes.
La comunicación debe estar planificada y en línea con los objetivos de la organización. No debe quedar librada al azar, ni puede confiar sólo en las capacidades innatas. Hay que prepararse y trabajar para ser cada día mejor comunicador. Para ser valorado, se debe hablar con autoridad, seguridad y honestidad. Este último punto es importante ya que la mayor cantidad de quejas de los equipos es “dicen una cosa y después hacen otra”.
Se deben generar conversaciones y para ello un punto importante es practicar la escucha activa. No tenemos que escuchar sólo para dar una respuesta o replicar, sino para saber qué necesita el equipo y cómo lo podemos ayudar, también para conocer puntos de vista y modos de hacer diferentes, que el líder también pueda sumar a su día a día. Es importante tener feedback y conocer si nuestros mensajes son recibidos claramente por los públicos. Debemos entender que no todas las personas son iguales y que, por ende, teniendo en cuenta la limitación de recursos y tiempos, debemos adaptar nuestro discurso para ser más efectivos.
Por último, los líderes que construyen un mejor posicionamiento son proactivos a la hora de comunicar generando temas y disipando rápidamente los rumores que nos son ciertos. Son autocríticos y transparentes, aceptando sus errores cuando los comenten.
En el día a día del trabajo entender los nuevos esquemas de interacción y comunicación ayudará a los líderes a gestionar mejor y lograr mejores resultados con sus equipos. Del otro lado, también nos permitirán entender por qué algunos liderazgos son cuestionados, no logran afianzarse y son sorprendidos por resultados inesperados para ellos mismos.
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